domingo, 20 de marzo de 2011

El verano interior

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- ¿Donde está el abuelo?
- Mira a ver en el chamizo, majo

El niño cogió las galletas y el trozo de chocolate que le dio su abuela y bajó las escaleras negras con rapidez. Atravesando la cochera en fresca penumbra, salió a la cegadora luminosidad del mes de julio en Soria. Pasó entre sábanas tendidas. El recio, penetrante olor del jabón lagarto lo envolvió por un instante. Atravesó el corral de blancas paredes encaladas. A ambos lados, paredes cubiertas de frondosos rosales trepadores se extendían, esparciendo en todas direcciones el esplendor de sus rosas amarillas y rojas. En la base de uno de ellos crecía una abundante mata de perejil. Muchas vecinas venían a por un puñado para sus guisos. El niño se detuvo un momento, admirando con deleite la sinfonía de color y olores: su abuelo acababa de regar. La tierra mojada, las rosas frescas, el verde intenso del perejil. Veranos en Almazán.

La puerta del chamizo estaba abierta, el niño entró y se detuvo junto a su abuelo. Estaba trabajando con la lima y el formón la decoración de un trozo de madera de pino. El chamizo era donde su abuelo pasaba las horas cuando el buen tiempo llegaba. Densas pilas de leña para el invierno se acumulaban al fondo, casi indistinguibles a la luz del único ventanuco de la estancia. El serrín flotaba ante la puerta, envolviendo la figura del hombre, absorto en la tarea de dar forma a la decoración principal del pie de lámpara.

 Allí dentro pasan las largas horas del verano. Resina de pino, bicicletas BH, olor a caucho, el papel amarillento de las viejas pilas de ABC a la sombra. Arañas de patas largas, muy largas. Hormigas negras, grandes y gordas. Un hombre en el invierno de la vida viviendo un nuevo verano, lleno de vida, pleno y creador. Un nieto que observa, admira y aprende, compartiendo las horas, compartiendo el verano de ambos, el verano interior.


6 comentarios:

  1. Horas de verano compartidas, divertidas .... recuerdos ....

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  2. Leyéndote he vuelto por un rato a la niñez
    Ahora nos toca ir dejando esos recuerdos infantiles a los nuestros ;)

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  3. Juana, Fátima: Así fue y así debe ser, sabiendo siempre que somos ejemplo para lo bueno y lo malo.

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  4. No resulta difícil evocar ese paisaje, ese refugio de verano, con olores, colores y sensaciones, ni regresar a esos recuerdos de infancia que tan estupendamente describes, y que compartimos.
    Me gusta pensar que todo lo mejor que aprendimos observando a nuestros mayores queda tallado en nuestra memoria, como las formas de ese pie de lámpara, mientras pasan las estaciones removiendo el tiempo, devorando los años.
    Los veranos de la niñez se quedan con nosotros, y permanecen dentro arropados por una fina manta de nostalgia, dispuestos a asomar de nuevo, cuando necesitamos fuerza o paz.
    La memoria guarda los retratos de nuestras edades, el tesoro de los recuerdos.


    Un abrazo. Mara

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  5. El tesoro de los recuerdos... sin ninguna duda, lo más preciado de nuestras vidas. Gracias, amiga.
    R.

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  6. Verdaderamente conmovedor, me han gustado los anteriores, los he leído todos, qué bueno eres,
    siguiendo con los veranos en Almazán, me han llegado al alma. Recuerdo te gustaban los OVNIS,
    el interés era sublime. Te comentó cómo su amigo
    que circulaba por aquellas carreteras de la meseta,un día vio un destello deslumbrante,
    se asustó del fenómeno........................
    "Abuelo cuéntamelo otra vez" todo atento a la narración no parpadeabas, qué gustazo de oir y
    así sucesivamente.
    Me gusta recuerdes tantas vivencias.
    Un beso muy fuerte
    C.G.S.

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