jueves, 30 de agosto de 2012

El Whats-App

Relato publicado en el nº 6 de la revista Entropía



Eran algo más de las tres de la madrugada. Un sonido de alarma diferente a cualquiera de los despertadores que había tenido jamás estaba sonando al lado de su oreja izquierda, insistentemente, sobre la mesita de noche. Sobresaltado y aturdido, consiguió incorporarse a duras penas. Muy cerca de su cabeza algo seguía aumentando de volumen, taladrando el silencio de la noche. Por fin fue capaz de encender la luz:

Moviéndose al son de su propio estruendo, parpadeando con vivos colores, su nuevo teléfono móvil había cobrado vida, aparentemente poseído por una entidad desconocida. Era uno de esos que ahora llaman inteligentes, tan de moda. El caso es que, como cada noche, creía haberlo desconectado, aunque en su descargo bien podría haber alegado que aún no se había familiarizado con gran parte de sus inacabables funcionalidades. Sujetándolo con ambas manos, forcejeó hasta que acertó a accionar el botón adecuado.
Ya en silencio pero aún aturdido por el infernal sonido no le quedaba sino averiguar la causa de tanta agresividad tecnológica. La elegante pantalla rectangular de cristal se mostraba ahora inofensiva, silenciosa, completamente oscura. Antes de accionar el botón superior derecho dudó por un instante, quizás temiendo lo que pudiera pasar a partir de ese momento. Tras la pulsación, un mensaje apareció en el centro del aparato:

WhatsApp: Tiene nuevos mensajes

Más perplejo que molesto, se quedó unos instantes contemplando el dispositivo fijamente en su mano. ¿¿Un whatsapp?? ¿A estas horas? ¿Pero a quién se le ocurre...? Súbitamente, un destello de inspiración cruzó por su mente como un latigazo. Comprendió: no podía ser nadie más que él; su viejo amigo.
Con el paso de los años casi habían casi perdido el contacto. La vida que les unió en las aulas del instituto forjó caminos distintos para cada uno; distintas profesiones, nuevos retos, nuevas ciudades. Sin embargo, siempre quedaron un puñado de momentos y lugares comunes cada año: las navidades en el viejo barrio, algunos días sueltos en verano. Suficiente para comprobar que las antiguas complicidades y viejos códigos seguían ahí, asombrosamente inmunes a sus vidas de adultos. Reían como el primer día al recordar mil anécdotas y peripecias; pero en el fondo, y eso era lo mejor de todo, recordaban para volver a reír, y se sentían mejor.
Con los primeros móviles todo fue algo más fácil, pero nada parecía poder sustituir a una larga tarde de amena charla frente a frente en un café. Hasta que llegaron las últimas navidades, en las que su amigo se presentó con uno de esos sofisticados trastos llenos de curiosas utilidades que hacían mil cosas, siempre en atractivos colores. De entre todas, había un curioso sistema de mensajería instantánea que permitía intercambiar texto, imágenes y sonido con gran rapidez y calidad, prácticamente en tiempo real ¿No conoces los WhatsApp? tienes que hacerte con uno de éstos, ya verás...
No tardó en seguir su consejo, y desde ese momento alimentaron nuevamente su amistad con frenético entusiasmo infantil, compartiendo el gusto por lo instantáneo y el detalle, inmortalizando de nuevo momentos, comentando de nuevo todo en un segundo, sintiendo que el contacto había sido recuperado sin que ya volviera a importar nunca más ni el tiempo, la distancia ni el lugar en el que se encontraran.
Abrió la aplicación y no dio crédito a sus adormilados ojos mientras deslizaba su dedo sobre la pantalla táctil. Una larga retahíla de nuevos mensajes desfiló ante sus ojos. Como había supuesto, todos eran de él, y cosa extraña, todos parecían haberse emitido al mismo tiempo. Exactamente a la misma hora que en aquel preciso instante marcaban los dígitos verdosos de su despertador, las 03:06 de la madrugada de un día cualquiera.

Si te cuento lo que me acaba de pasar... 03:06
Vas a flipar, no se ni cómo no he volcado y aquí estoy ahora contándote de p. milagro 03:06
Eran dos al menos, enorrrrmes!! estaban en medio del carril Q peazo bichos la madre q m… 03:06
Iba a 110 kmh si llego a pegar volantazo o clavar ruedas ahora estaría tocando el arpa o en la uci :P 03:06
así que imagina la hostia q s han llevado los 2 jabalíes 03:06
El coche inservible, hay uno entre la rueda y los bajos, fiambre creo... joder dios q destrozo! L 03:06
Mira el morro del terrano como h qdao!! 03:06 VER/REENVIAR
Voy a ver si hago xa apartar el coche hasta q lleguen d l central 03:06
Estoy solo en medio de la autovía y no pasa ni dios, todo bosque y oscuri ostras q hay otro vivo! esta m cerca!!! 03:06
Era la madre, con medio cuerpo deshecho se ha venido contra mi, quería vengar a la cría 03:06
Me miraba con mucho odio... cada vez más cerca, tenía que disparar, era ella o yo. 03:06
La he esperado hasta que ha estado encima y se la he puesto justo entre los ojos 03:06
La puta pistola, solo ha hecho clic… no sé que mierda ha pasado 03:06
Es raro, creía que dolería algo. Ahora todo está bien 03:06
Quería que al menos lo supieras por mi, amigo 03:06
JuanSV
últ. vez hoy a las 03:06
USUARIO DESCONECTADO


 

viernes, 3 de agosto de 2012

Deponed

El emisario remontó la empalizada al caer la noche. Avanzó en la penumbra entre su gente, bajo la luz temblorosa de los candiles. Su rostro sucio y cansado les habló sin necesidad de despegar los labios; sus ojos enrojecidos revelaban ya el mensaje:

"Deponed toda esperanza, rendíos a la evidencia, bajad los brazos, resignaos. No tenéis otra salida. Aceptadlo, os hemos vencido. Vuestra posición es insostenible; la situación, irreversible. Sólo os cabe abrirnos las puertas. No aceptaremos exigencias previas ni condiciones. Asumidlo ya, y cesad la resistencia de inmediato."

Los viejos cerraron los ojos, las mujeres abrazaron a sus hijos, los jóvenes apretaron los puños, pero nadie dijo nada. Un sordo rumor de llanto y derrota ascendió y empezó a extenderse entre la multitud. Instintivamente muchos ojos alzaron la mirada, buscando en la atalaya la eterna figura de quien siempre veló por ellos, pero fue en vano, porque allí arriba hacía mucho tiempo que ya no había nadie. Estaban solos frente a toda la abrumadora codicia, frente a toda la mezquindad.

Por fin, una voz anónima se alzó entre los presentes, rompiendo el espeso silencio. "¿Así que aquí acaba todo...?" 

Y entonces, en algún lugar, alguien consiguió mirar dentro de sí, y reunió fuerza y coraje, lo suficiente para gritar por primera vez: "¡NO!"